viernes, 5 de julio de 2013

Cueva de Llueva


tiempo: soleado y caluroso
participantes: Miguel, Jose Manuel y David

Aparcamos en una curva de la carretera que conduce a LLueva, localidad que da nombra a la cueva, y nos adentramos por un senderillo entre el bosque umbroso y fresco, aliviándonos de la solana.
En poco tiempo el ambiente se enfría más al recibir el chorro de aire fresco que delata la presencia de una gran cueva mucho antes si quiera de verla (1).

La boca es muy pequeña pero se localiza fácilmente al estar ésta enmarcada con un pequeño pretil de rocas (3), y por encontrarse éste al abrigo de un gigantesco farallón en un hundimiento bajo un voladizo (2).

Una trepadita fácil hasta el pretil y dentro comienza un túnel estrecho que progresa hacia el suroeste y por el que sopla el aire con fuerza. En cierto punto se interrumpe, y hay que escurrirse momentáneamente por un paso laminado a la izquierda, para de nuevo recuperar el rumbo.
Un segundo paso laminado, y de seguido el agujero soplador, un paso desobstruído que a primera vista impresiona por la embocadura descendente (5), aunque tras ésta el paso sea totalmente horizontal (4). El aire sopla aquí más fuerte y viene acompañado de polvillo que te golpea la cara.
Este paso en verdad no es demasiado estrecho, pasamos todos sin problemas, y una vez superado el embudo inicial se va ensanchando hasta una zona más cómoda que se precipita hacia una caída a la oscuridad.

Se escucha el rumor del río que está cerca. Hay montada una cabecera con una cuerda recogida, para descender una rampa de unos 4 metros hasta el borde de un pozo de 10 metros, donde un poco más abajo y a la derecha hay que instalar un fraccionamiento que evite el roce. Hay tres spits aquí, muy juntos, aunque no se ven hasta que estás encima.
Ésta es la forma correcta, pero aquí perdimos un montón de tiempo al haber intentado inicialmente un montaje distinto con unos spits situados en la parte izquierda del borde (6).

Aterrizamos en un caos de bloques, que destrepamos hasta la zona del sonoro río, para luego volver a ascender por la gran galería seca que progresa hacia el oeste. Dejamos a mano izquierda en lo alto un pasamanos elevado que servirá para salvar este punto cuando el caudal de agua sea superior.
Avanzamos entre el caos de bloques, entre los que a ratos aparecen cómodos lechos de arena, hasta llegar a un desfondamiento a la derecha, en el fondo del cual se observa algo de agua. Lo rodeamos por la izquierda y continuamos por la misma galería, atentos a la pared derecha, donde pronto aparece la cuerda montada que nos permite ascender un resalte de 5 metros hasta un tunelillo superior, por el que evitaremos el lago que nos esperaba algo más adelante si nos hubiéramos mantenido en la galería principal.

El tunelillo es de pequeñas dimensiones, aunque cómodo y claro, hasta que parece dividirse en múltiples alternativas, Miguel toma hacia arriba a la izquierda, y yo de frente, pero me reúno con él más adelante a través de un ventanuco, y continuamos por un estrecho pasaje meandriforme empotrándonos en ciertos puntos.
Salimos rápido a un pequeño ensanche tras un quiebro, en el que una flecha grabada en la roca indica hacia la derecha con la leyenda "DIG'95". Nos asomamos por esa dirección, donde parece haber una desobstrucción descendente, pero la descartamos y seguimos de frente, en la dirección que llevábamos, oeste. Al poco aparece una nueva flecha, borrosa, que indica un giro hacia otro túnel a la derecha, y esta vez sí, abandonamos nuestro túnel para coger el otro hacia el noreste.

Detrepamos un resaltillo agarrándonos en las irregularidades de las rocas, tiramos a la izquierda, y enseguida encontramos una cuerda-pasamanos que desciende otro resalte de 4 metros hacia una sala con formaciones y un caos de bloques.
Trepamos por los empinados bloques de frente (N-NE) según veníamos antes de bajar el resalte, hasta un laminador superior por el que nos escurrimos hacia otra nueva sala con bastantes formaciones, esta vez estalagmitas delgadas y altas (7).
Esta sala se precipita hacia un hoyuelo relleno de bloques, y metiendo la cabeza entre ellos localizamos unos reflectantes blancos que nos confirman el tán poco obvio paso.
Nos escurrimos entre los bloques, descendiendo unos metros por los intersticios y salvando el último par de metros empotrándonos en una resbaladiza pared y ayudados por un asa pétrea natural.
Desde el recoveco (pues no puede llamarse sala) del fondo se abren dos caminos a la vista: un tunelillo que parece ir ganando altura, y un paso laminado repleto de barro al otro lado, que es el que tomamos, hundiendo las rodillas en el fango.

Para la vuelta no está de más señalizar este paso, ya que no se reconoce muy bien salvo por el brote del flujo acuoso, y en otras ocasiones puede que éste no sea tan claro como en la presente..
Hacia el Noreste el pasaje se amplía y deja atrás la zona embarrada.
Superamos un par de tramos desfondados (8) y, tras ascender hacia un laminador, afloramos en una salilla repleta de bloques en el inicio de la cual han dejado algunas herramientas de desobstrucción.

Trepamos por los bloques hacia el noroeste, por arriba o por abajo, o rodeando, y tras un corto avance hacia el oeste llegamos a otra nueva zona de grandes dimensiones.
Para evitar tirar por galerías equivocadas, continuamos avanzando con la pared derecha como referencia.
Tras un destrepe, el avance se realiza de forma fácil y rápida por varios metros.

En cierto momento, divisamos un llamativo conjunto rocoso romboide que podría asimilarse a la cabeza de un toro (9). Miguel trepa hacia él, y yo, al ver barro pisoteado en una bajada previa entre las rocas, tiro por ahí.
Nos reunimos un poco más adelante, él tras haber subido un poco y luego bajado mucho, y yo tras haber bajado mucho y luego subido un poco.
Y a continuación hay que volver a subir. Sin alejarnos de la pared derecha, ante nosotros se levanta una empinada rampa de bloques, que comenzamos a trepar. En el tramo final hay montada una cuerda-pasamanos de seguridad, para evitar un paso expuesto.

Una vez arriba, nos hallamos al comienzo de la gran galería del Borde de la Oscuridad (The Edge of Darknes). El avance por aquí es cómodo y rápido. Caminamos por la zona central ya pisada, que atraviesa un terreno recubierto de cristalizaciones de yeso (10). En el alto techo liso aparecen colonias de formaciones, muy separadas entre sí, y más adelante colonias de macarrones larguísimos (11 y 12).
En cierto punto el camino desciende bruscamente, señalizado con reflectantes blancos para evitar pisar innecesariamente nuevas zonas del criadero de cristales de yesos.
En el fondo de la hondonada, a mano izquierda, se abre un nuevo pasaje desde cuya embocadura resbalan bonitas coladas (14), aunque quizá lo más llamativo será un largo macarrón que ha logrado hacer pie convirtiéndose en un columna... ridícula, pero una columna a fin de cuentas (13).

Pasando de largo el desvío y ascendiendo de nuevo, la galería principal continúa con la apariencia de estar revestida de escoria, hasta que simplemente se acaba.
Y nosotros también damos por acabado el recorrido.

De regreso, en el momento de atravesar de nuevo el agujero soplador, la cueva había de dejado de expulsar aire para pasar a succionarlo, de modo que nuevamente teníamos el aire golpeándonos la cara.

Salimos a las 6 de la tarde.


1. descendiendo hacia la boca


2. desde la boca


3. Nosotros, y la boca de la cueva encima


4. Jose prefirió pasar el agujero soplador con los pies por delante


5. embocadura del agujero soplador


6. contraluz


7. Sala de altas estalagmitas


8. superando algunos desfondamientos


9. roca romboide


10. cristales de yeso


11. largos macarrones


12. macarrones largos


13. La columna que sostiene toda la caverna


14. coladas