sábado, 10 de marzo de 2012

Mortero del Crucero-La Calaca


Climatología: soleado y temperatura agradable
Participantes: José Manuel, Luís, Kike, y David



La pista hormigonada que parte de Astrana y asciende hasta las cercanías del Mortero de Astrana continúa un trecho más, dejando paso a un camino en no demasiado mal estado.
Poco antes de pasar entre los dos Mazos, divisamos una batería de coches y nos detuvimos momentáneamente a preguntar a los que se estaban cambiando, que eran del grupo de Geológicas de Madrid, qué cueva iban a hacer. Casualmente la misma que nosotros, pese a que faltaba aún un trecho para llegar al punto de aproximación.
Y es que poco más adelante se interponía una tremenda rampa recubierta de cantos rodados que los coches no pudieron subir. Kike hizo un único intento de remontarla, y tras terminar clavado con las ruedas patinando, decidió dejarse caer y aparcar junto a los demás.
Por no montar dos cuerdas sobre la misma instalación de entrada, los de Geológicas nos permitieron amablemente usar la suya para descender el Crucero, y para la salida cada cual montó la suya, ya que si bien entraríamos al tiempo, saldríamos por separado, pues ellos iban con cursillistas con la idea de dejarles desenvolverse por su cuenta.
Nada más tocar fondo por la cuerda, en la posición de mirando a la pared, tomamos pegados a la pared de la izquierda hasta encontrar el río, y lo seguimos hacia la derecha, donde en seguida se obstruye.
Hay que atravesar un hueco entre bloques y llegamos a una sala en cuesta en lo alto de la cual cae la cuerda que sube hasta el piso de los meandros.
Primeramente una pequeña gatera, y tras un resalte equipado con cuerda, un pasaje cómodo y polvoriento. Avanzamos con pocas dudas guiados por el sonido delator del otro grupo que iba ligeramente por delante.
Tras un par de quiebros alcanzamos un desfondamiento, donde la cueva se ensanchaba, y pasado éste, rodeándolo por la izquierda para luego seguir por la derecha, en dirección opuesta a una zona con pequeñas formaciones, los del GEG hicieron una pausa y nos adelantamos, armados de brújula, topo y reseña. Desde ahí todo derecho por la galería hasta que ésta se laminaba, nos introdujimos por la pequeña boca de meandro que se abría de frente para, sin haber apenas avanzado, tirar por un ramal a la izquierda, emergiendo así instantáneamente a una amplia galería descendente caracterizada por una rampa arenosa y "pendants" pendiendo del techo.
Alertados por las reseñas que habíamos leído de otros grupos, tomamos la dirección adecuada para no terminar en el famoso "Gran Mogollonazo", en el que acaban los que desean perderse para alargar un poco la travesía que, la verdad, es bastante corta.
Ascendimos la rampa arenosa, repleta de pisadas, hasta una zona donde los pendones estaban recubiertos de cristalizaciones de calcita blanca. No vimos muy clara la trepada de la gran roca que mencionaba alguna reseña; por otro lado, desde lo alto partía una ruta muy marcada que, según la brújula, iba derecha hacia... ¡El Gran Mogollonazo!
Total, descendimos de nuevo para continuar por el fondo de la gran galería dirección suroeste, y empezaron a brotar del suelo, si no aguas, porque aguas no había, signos de que por allí correría un pequeño río cuando no hubiese sequía: el Río Negro.
Los "pendants" seguían acompañándonos, sólo que al alcanzar el final de la pendiente, en lugar de mirarnos desde lo alto de los techos, habían descendido hasta nuestro nivel, casi rozando el suelo.
Sorteando aquellos pendones enseguida llegamos a un punto donde el túnel reducía sus dimensiones y se dividía claramente. Tomamos por el túnel de la derecha e ipso-facto comenzamos a ascender, primero una rampa y luego una montaña de bloques bajo una techumbre de gran altura, ayudándonos en el primer tramo de una cuerda montada.
Así trepamos unos cuantos bloques hasta alcanzar la línea de cumbrera de aquella montañita subterránea en la que crecían algunos arbolitos, y luego descendimos por la otra vertiente, pegándonos más bien a la izquierda para no confundirnos más adelante y tomar en esa dirección hacia un gran desfondamiento.
Rodeando la caída por la izquierda, alcanzamos la base de un corto resalte montado con cuerda y, una vez superado, ya estábamos distinguiendo la luz del exterior.
En el fondo de la torca, iluminada por una mortecina luz azulada, dos montículos de nieve, varias calaveras de vaca, y dos cuerdas cayendo desde lo alto. Bonita estampa y... ¡vaya travesía más corta! Hasta aquí llevábamos unas 3 horas.
Nos tomamos la merienda allí abajo antes de subir y al poco escuchamos una primera voz procedente de las entrañas de la tierra "¡Se ve luz!". Nos despedimos desde arriba de los primeros del GEG en cuanto asoman por la torca, y nos marchamos.
De regreso al coche nos liamos a echar fotos a diestro y siniestro pues justo nos pilló esa luz mágica que precede al ocaso...








Al poco de tocar fondo por el Crucero, un corto resalte montado con cuerda nos sitúa al comienzo del piso superior de meandros


Pendón recubierto de cristalizaciones de calcita


Pendones sobre el Río Negro, que iba seco, que rima con negro.


Fondo de la torca de La Calaca, eventual nevero





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