sábado, 28 de mayo de 2011

Rozada-Lengo


Climatología: soleado
Participantes: Miguel, Luís, Marta y David

Estuvimos por la zona occidental de Cantabria, una zona poco conocida cueverilmente para el grupo.
Teniendo como base de cavidades seguras el minisistema Toyu-Rozada-Lengo, topografiado por Carlos Puch, empezamos la jornada del sábado con un pateo por la zona en busca de otras cuevas cuya localización no era tan clara.
Dimos por hecho que íbamos a encontrar lo que buscábamos, que estaba a unos pocos kilómetros, y por tanto fuimos cargando con todo el equipo, dispuestos a descender una eventual sima.
Tras 6 horas recorriendo caminos, selvas de avellanos, laderas empinadas e incluso andando por el río Latarmá (la parte más divertida), regresamos con las "manos vacías" al coche aparcado en la carretera de entrada de Venta Fresnedo, con los hombros hechos trizas del material que nos llevamos de paseo gratuítamente en las sacas.
Y es que no es plan hacer trekking vestido de teletubby.
Durante la mañana preguntamos a algunos lugareños que nos topamos y que nos dieron algunas pistas para encontrar al pastor que conocía la localización de la cueva. Encontramos a su hijo, divisándolo a lo alto de una ladera llevando el ganado, pero por no subir hasta allá, hablando a grito pelao en la distancia no logramos entendernos bien, y acabamos siendo dirigidos hacia otra cueva que no buscábamos: la Cueva del Manantial (habiendo pasado ya la línea provincial de Asturias), una de las varias resurgencias por las que resurge el Río Latarmá, que en varias ocasiones desaparece discurriendo por debajo de los montes para volver a reaparecer en el siguiente recuenco de valle cerrado.
De vuelta en el coche tras la trotada por los montes nos volvimos a encontrar con él, esta vez a corta distancia, y ya nos explicó la localización de la cueva que buscábamos. Más tarde aparecería finalmente el padre, acompañado de otro paisano que le había ido a buscar. Nos dieron más detalles, y a ellos se fueron sumando más vecinos de La Venta que al pasar por la carretera se iban deteniendo, uniéndose a la conversación o tomando el relevo.
Al final nos limitamos a entrar por Cueva Rozada y salir por la Torca de Lengo. No nos apetecía ya volver otra vez atrás a buscar la cueva con los nuevos datos.
Las coordenadas del Boletín Cántabro donde encontramos estas cavidades estaban mal, pero aun así, estas tres (Rozada, Lengo y Toyu) son fáciles de localizar al estar cerca de La Venta y ser conocidas por sus vecinos.
La entrada de Rozada se encuentra al lado derecho de la carretera, junto al aparcamiento en línea habilitado para excursionistas antes de entrar en La Venta. En una hondonada umbrosa, al pie de una pared tupidamente cubierta de árboles y vegetación, se abre la boca del tamaño de una puerta-trampilla, que conduce a una rampa repleta de derrubios.
Descendiendo y tirando más bien hacia la zona izquierda llegamos a un ramal de paredes con texturas de estratos claros y oscuros alternados que forman curiosos dibujos, a veces concéntricos. Al final de esta zona aparece un estrechamiento con el primer resalte. Se puede instalar una cuerda de ayuda, pero lo cierto es que no hace ninguna falta, se baja bien a pelo.
Abajo otro resalte que directamente se puede esquivar introduciéndonos por un pasaje bajo hacia la derecha.
Estamos en una sala de gran tamaño descendiendo por otra empinada rampa formada por coladas pulidas y arena sobre la que se pisa bien.
Al fondo la sala se comprime entre bloques y, puesto que la boca de la cavidad actúa eventualmente como sumidero, ahí se asientan los típicos restos orgánicos -¡y caracoles!- que son arrastrados por el agua desde el exterior para acumularse en una zona y pudrirse tranquilamente.
La roca es negra, limpia, brillante y afilada.
Unos pocos pasos más abajo el piso se precipita hacia el Lago Siniestro, donde observamos un sapo encaramado a la pared.
Para seguir harían falta neoprenos, y tener instalados los pozos desde el sumidero del Toyu, que es hacia donde conduce la galería inundada.
Nos damos media vuelta y ascendemos de nuevo hasta la zona de franjas de estratos, tomando más arriba el otro ramal, ascendente, que nos llevará hacia la salida de Torca Lengo.
Lo más llamativo es el túnel final, un meandro alto cuyas paredes presentan numerosas agarraderas y que en cierto momento adquieren el aspecto de una piel animal, moteadas con puntos negros.
Esta zona termina en una especie de ventanuco al otro lado del cual ya vemos la ténue claridad del exterior que cae desde lo alto. La trepada por la torca está algo enmarañada, cubierta de zarzas, y entre ellas afloramos por detrás de una casa, cerca de un camino que nos devuelve a la carretera.
 En resumen: un auténtico paseo.


Cueva del Manantial, de cuya gran boca sale el río Latarmá
¿Qué mejor forma de llegar a la boca del sumidero Toyu que caminando por el mismo río corriente abajo? Pero al llegar a las cascadas tuvimos que abortar la magnífica idea.
Boca del Toyu, que se traga el río Latarmá

Coladas en la segunda rampa, en la gran sala que desciende hacia el Lago Siniestro

Meandro de salida hacia Torca Lengo con curiosas texturas moteadas