sábado, 5 de marzo de 2011

Sima del Portillo


Climatología: Soleado
Participantes: Quique, José Luís, José Manuel, Marta, Miguel y David



Al poco de comenzar a ascender por la pista forestal, uno de los coche hubo de quedar en la cuneta a causa de la nieve que hacía patinar las ruedas.
El otro prosiguió con cadenas el par de kilómetros que faltaba hasta las proximidades de la boca.
Tras montar la cabecera de la sima, descendemos en volado hasta una rampa pedregosa en una gran sala tapizada por coladas. El olor nada más empezar a descender se hace pestilente, una mezcla de humedad y muerte, sin duda debido a la caída accidental de algunos animales.
Descendiendo por las piedras sueltas, nos introducimos por un pasaje al fondo a la derecha que conduce hasta un pozo en una estrecha diaclasa. Sin no andamos con cuidado las piedras acumuladas rodarán a nuestro paso precipitándose sobre las cabezas de los compañeros que vayan más adelante, por lo que no está de más pasar por turnos, de uno en uno.
Pasada la diaclasa, que a los más anchos les costará bajar (y más aún subir), aparece un tobogán resbaladizo que sólo los más ágiles podrán escalar a la vuelta, de subida, sin ayuda de un compañero.
Las galerías poseen dimensiones cómodas para el avance. Descendemos por un pasamanos que se precipita sobre un boquete con agua, y más adelante aparece la gatera llamada el Paso de los Cepelados.
Justo a continuación aparece otro tobogán fácil de descender y no tanto de subir sin ayuda, y de seguido un embudo resbaladizo se precipita hacia abajo.
Instalamos aquí otra cuerda dada la peligrosidad de esta bajada.
Más adelante aparece otro laguito cortando el paso, y que hay que esquivar arrimado a la pared derecha si no queremos mojarnos.
En cierto punto llegamos a una cuerda que asciende unos pocos metros por un boquete en el techo. Algunos desconchones en el suelo permiten apreciar un reguerillo de agua que discurre bajo nuestros pies. Dejando momentáneamente la cuerda, seguimos de frente, y escurriéndonos por una incómoda gatera afloramos a un meandro arcilloso, con la sensación de andar sobre plastilina, que desciende con el agua correteando por debajo hasta sifonarse. El regreso es un poco más difícil, ya que la gatera de entrada a este sector emerge en medio de una pared, y al hacer el recorrido inverso nos vemos con medio cuerpo dentro y las piernas en el aire buscando a ciegas un punto de apoyo.
Habiendo regresado a la cuerda, ascendemos ésta y otra más adelante que salva una rampa y un pequeño boquete, y llegamos a la sala más bonita de la cueva, con curiosas formaciones, sobre todo teniendo en cuenta que desde la gran sala del fondo de la sima hasta aquí las únicas formaciones de interés que habían aparecido eran una especie de minibosquetes de abetos formados por precipitación de arcilla.
Del techo de la sala cuelga una cuerda que asciende hacia otro nivel superior. Miguel había indagado por ahí hace años, pero en esta ocasión no lo hicimos. Proseguimos adelante destrepando por una grieta hasta alcanzar el río, a cuya orilla dimos media vuelta.



La bajada se realiza prácticamente en volado hasta alcanzar la rampa pedregosa del fondo de la sima
Gran sala del fondo de la sima, con coladas y algunas formaciones
Pozo en forma de diaclasa al fondo de la sala de aterrizaje de la sima, que pondrá en dificultades a los más anchos.
El Paso de los Cepelados
Atravesando el Paso de los Cepelados
Embudo tras el Paso de los Cepelados
Abetal formado por precipitación de la arcilla
Atravesando el pequeño lago
Formaciones en la sala más bonita de la cueva
En algunas zonas brillan estrellas de constelaciones subterráneas

El sifón final, con forma de garganta, con la campanilla colgando

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