sábado, 26 de junio de 2010

Cueva de Perilde



Climatología: Soleado y caluroso con tiempo cambiante a tormentoso.
Participantes: José Luis, José Manuel, Miguel y David.



La boca de Perilde se encuentra en medio de unos prados cercados multipropiedad de los ganaderos de la zona.
Existen varias otras cuevas cercanas, como la cueva Albia y otra cuyo acceso actualmente ha sido cerrado por la losa de cimentación de una caseta de bombeo de agua para abastecer al pueblo de Mijala.

Dejamos el coche en una cuneta de la carretera y pasamos a los prados. Aproximadamente a un kilómetro se encuentra la entrada, en una afloración rocosa que cierra el curso de una depresión arbolada. Lo que fue un cauce de agua está prácticamente seco, con algunas surgencias acuosas formando charcos, y sólo al penetrar en la cueva el agua empieza a correr. No sin antes descender un par de resaltes, aterrizando en la primera laguna con una bella colada blanca.

Los meandros son amplios y cómodos en los primeros tramos, con algunos estrechamientos en forma de ventanucos o curiosas represas en forma de medio cáliz.

En cierto punto en río se despeña hacia la derecha, y nos introducimos por un boquete a la izquierda, accediendo a unas pequeñas cámaras que desembocan en otra sala de gran tamaño. Descendemos hasta el fondo de un curso seco, pasamos un pasamanos de seguridad por encima del río, y descendemos de nuevo para retomarlo.

Más adelante los meandros comienzan a estrecharse, y varias flechas pintadas en negro señalan vías aéreas para sortear esta zona por lo alto. Aunque tal como estaba el nivel del agua bien se podía pasar también por las estrecheces de abajo, llevando neopreno naturalmente.

La cosa se pone cada vez más estrecha, hasta tal punto que José Manuel se queda atrás por las dificultades para pasar. Continuamos los otros tres.
Aparece un pasamanos para esquivar un resalte gatera que luego desciende por una cuerda. Dos pasan por ahí y otro por el resalte.
Más adelante una cuerda corta terminada en dos estribos para sortear otro resalte enganchando los pies.
El meandro continua con estrecheces, y no tenemos idea de lo que nos falta para llegar al lago verde, pero en cierto punto decidimos darnos media vuelta previendo el tiempo que nos va a llevar salir todos.

Salí el primero y una ráfaga de aire caliente y soleado me recibió. Detrás llegó Miguel y el aire se estaba enfriando. Cuando salieron los Joses se estaba nublando, y al poco empezó a llover.

Estuvimos dentro unas 8 horas.

Por la noche nos cenamos unos estupendos asados de cordero y cochinillo en el bar Moreno de Quincoces de Yuso, y luego nos tomamos unas copillas en otro bar donde una cuadrilla organizaba un bingo.

El trayecto estaba perfectamente montado, luego sobraron nuestras cuerdas. La mayor parte de los montajes tenían roces difícilmente evitables, pero las cuerdas estaban en muy buen estado, quizá porque los roces se producían sobre roca pulida. Algunos pasamanos eran prescindibles, aunque supongo que están para esquivar pozas profundas y poder hacer la travesía sin neopreno completo; los restantes básicamente quitamiedos, para salvar grandes caídas sin que te tiemblen las piernas.
En cualquier caso, hasta donde llegamos el recorrido era mucho más fácil y seguro que los meandros de Mataasnos.


En la boca de Perilde. ¡A enfundarse los neoprenos!


La colada blanca tras los primeros resaltes.


Aquí José Manuel decidió que "¡No cabo, mi quepo!"


Tomando unos refrigerios al regreso, en una playita, antes
de estrangularnos los brazos ascendiendo con los neoprenos.